MADRID, «OBREROS DE DERECHAS» Y APUNTES DIVERSOS-Jon Ibaia, militante de HERRI GORRI.

Por más que podamos criticar a las estructuras político-electorales del reformismo (MAS MADRID y UNIDAS PODEMOS en el caso de Madrid), su base electoral refleja en términos cuantitativo y cualitativos, la base sociopolítica de oposición al Régimen. Esto no implica otra cosa que señalar lo obvio, y es que unos programas “de izquierdas”, en los que la defensa de los sectores públicos, con especial énfasis en la sanidad, el reparto de la riqueza, haciendo que el sistema fiscal sea más progresivo y “progresista”, defensa de libertades y derechos fundamentales democráticos y enarbolar unos significantes genuinamente de izquierdas, como son el antifascismo y la identidad colectiva popular y de clase, no han logrado acumular más fuerzas que un 24%, con una altísima participación del 76%.

Las elecciones madrileñas, más que implicar un apoyo activo hacia unos melifluos programas de izquierdas -llamarlos socialdemócratas quizás sea exagerar- significaba parar al bloque reaccionario de derechas, incluso a costa de establecer alianzas con el social-liberalismo del PSOE. ¿Mal menor? pero por supuesto… ¿acaso estamos en un contexto de ruptura revolucionaria?. Esta batalla no tenía otra finalidad que la de frenar al bloque neoliberal de derechas. Ni las movilizaciones en torno al encarcelamiento de Pablo Hasel como detonante, ni la presentación de candidaturas formalmente comunistas, ni la decisión de permanecer en los cuarteles de invierno esperando acontecimientos, han sido, son, o serán líneas políticas con capacidad de transformar las correlaciones de fuerzas, reconstruir referencialidades comunistas y generar un bloque amplio de oposición.

Madrid es un “marco de lucha de clases” con especificidades propias, de las que no es cuestión menor el que en torno a un 30-35% de rentas altas y medias, sean ya “en sí mismo” voto cautivo del bloque de derechas. Además, otros sectores sociales -incluso formalmente sin más recurso que vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario- se han decantado electoralmente por el bloque de derechas. Obreros que votan a la derecha no es nada nuevo, ni sorprendente, y menos aún en un contexto en el que las identidades colectivas de clase se encuentran difuminadas y el hecho de integrar una posición objetiva respecto a la propiedad o gestión de los medios de producción, no garantiza siquiera una identidad de clase “en sí”.

Un obrero cuyo salario sea objetiva -y subjetivamente- acorde con el valor medio estimado de su fuerza de trabajo o incluso superior en términos relativos, con capacidad de consumo por encima de la media, y que pueda afrontar el pago de un seguro médico privado y poder mandar a sus hijas o hijos a un centro educativo privado, puede llegar a desarrollar unas necesidades e intereses que ni mucho menos pueden verse reflejados automáticamente por la izquierda.

No ha sido casual que introduzcamos en la ecuación la capacidad de afrontar servicios médicos y educación privada, ya que el proyecto neoliberal ha buscado en la degradación de los servicios públicos, en su deslegitimación y en un falso discurso sobre la “libertad de elección”, una estrategia para que sectores del proletariado, comiencen a normalizar el uso de servicios esenciales gestionados por el sector privado. Peor aún, esta normalización está asociada a un “estatus” que al margen de cuestiones ideológicas, le posibilita experimentar ser “clase media” y comenzar a adoptar una identidad que se reconoce en los discursos de la derecha. Dicho de otro modo, no es que se crean clase media, frente a los sectores que no pueden serlo de su mismo barrio, sino que lo experimentan materialmente a través del consumo y una determinada forma de vida. Y es con esta experiencia cotidiana que comienzan a ser permeables a los planteamientos de la meritocracia y la falsa libertad basada esencialmente en el consumo. La precariedad, la dualización del mercado de trabajo, las desigualdades de renta y de consumo dentro del propio proletariado, es una forma fundamental por parte del bloque en el poder de fragmentar al proletariado y establecer alianzas con algunas de sus fracciones.

La derecha y la ultraderecha además están en condiciones de desarrollar la lucha de clases en el terreno ideológico y cultural en condiciones muy favorables, gracias al control de los grandes grupos mediáticos, para impulsar su proyecto de sociedad. Y algo muy importante, como es la utilización de las redes sociales, en las que determinados y determinadas “influencers” mercenarios y mercenarias del neoliberalismo, con acceso directo a los sectores más jóvenes de la sociedad, instauran una serie de ideas fuerza simples, sencillas, directas que, repetidas de manera sistemática establecen un marco en el que la racionalidad y la razonabilidad, el pensamiento crítico y la confrontación de datos y evidencias, ha sido sustituido por lo que llaman “post-verdad” y la primacía del sentimentalismo, lo estrictamente emocional y la irracionalidad.

Se ha llegado a un punto en el que los conceptos de libertad y democracia se han retorcido de forma que el derecho de fascistas, reaccionarios y ultraderecha a exponer sus argumentos, discursos e intenciones, sea asumido con naturalidad y convertido en una posición legítima “como las hay otras de izquierdas”. Resulta repugnante comprobar como mercenarios y mercenarias de la ultraderecha, a través de las redes sociales y con gran influencia entre la juventud, blanquean el machismo, el racismo y afirman valores reaccionarios y neoliberales, desde una pretendida libertad de expresión que no estarían dispuestos a permitir en su modelo de sociedad ideal.

¿Alienación? Consideramos que el concepto de “alienación”, ha sido sobre-utilizado y manoseado por la izquierda en general y la revolucionaria en particular, que no ha llegado a entender que los intereses y las necesidades del proletariado, tienen que ser política e ideológicamente construidos.

Considerar que el proletariado tiene una identidad de clase y una conciencia “en sí” colectiva, que le conduce a una comunidad de intereses y necesidades “de izquierdas” de manera espontánea y que la tarea política de las y los comunistas es el de trabajar la conciencia “para sí”, para forzar una ruptura revolucionaria es producto de no entender las transformaciones operadas en el capitalismo estas últimas décadas.

Un “obrero de derechas” es una construcción político-ideológica, fundada en los errores de la izquierda y en la coherencia de los significados que le aporta la derecha respecto a la vida cotidiana. El colmo es que la derecha ha logrado incluso articular una matriz ideológica “rebelde”, frente a derechos y libertades fundamentales, frente a lo que comienzan a denominar “consenso progre” y que ampara que discursos ultraderechistas, autoritarios y antidemocráticos, sean “otra forma de ver las cosas”.

Nos encontramos en un cambio de ciclo del modo de producción capitalista. Del mismo modo que el fordismo/keynesianismo se agotó y de su colapso surgió el neoliberalismo, estamos en un contexto en el que el neoliberalismo como fase basada en el sostenimiento de los niveles de bienestar basados en la expansión del crédito y el endeudamiento, también se agota y la siguiente fase es la de un modelo en el que la pobreza estructural y la mercantilización de los derechos logrados en el pasado, para obtener nuevos espacios de rentabilización del capital, van a convertirse en constitutivos del nuevo modelo.

Hemos hablado de la degradación de los servicios públicos como estrategia del neoliberalismo, pero la nueva vuelta de tuerca será degradar las expectativas de vida del proletariado y tratar de que amplios sectores del mismo, consideren que la subsistencia, un acceso a formas de ocio evasivo y destructivo y la resignación respecto a que la pobreza y la privación es producto de decisiones y errores estrictamente personales. La lucha en el seno del proletariado en torno a las migajas que les ofrezcan las oligarquías y los sectores que las apoyan, se convertirán en la forma de reproducir el sistema..

En Madrid ha ganado la derecha… pero mirémonos un poco el ombligo en nuestra realidad vasco-navarra, en la que un PNV y una UPN existen y donde el neoliberalismo impera. Observemos la precaria coalición que tuvo que organizarse en Navarra para frenar el proyecto reaccionario de UPN amparado por la alargada sombra del OPUS y un PNV como eficaz entramado en el que neoliberalismo, nacionalismo y clientelismo gestionan la reproducción del sistema. La paja, la viga y ojos ajenos… El neoliberalismo, sus derechas y las formas concretas de sus programas y orientaciones, también se ajustan a las características de la lucha contra el proletariado y los sectores populares.

Vivir “a la madrileña”, vivir “a lo vasco” o “a lo navarro”, son diferentes decorados en los que el neoliberalismo se reproduce. En Euskadi, un 33% de la sanidad está ya en manos del sector privado, el jefe de la diputación de Bizkaia, se pateo las residencias de mayores repartiendo “pañuelos roji-blancos cargados de ilusiones” previo a las finales de Copa, con total desvergüenza, como si no hubieran muerto centenares de nuestras y nuestros mayores en unas residencias convertidas en almacenes de personas. De nuevo apelamos a las precauciones para no ser tontos útiles de la oligarquía.

AVANZAR HACIA LA SOBERANIA DE NUESTRA CLASE. PRIMERO DE MAYO.

Llevamos unos cuantos lustros escuchando hablar sobre la “crisis terminal” del capitalismo, o de las “grietas” del edificio del Régimen del 78. Si el objetivo de estos decires, es el de acertar en algún momento, sin duda lo harán, pero no al margen de la evolución de la lucha de clases, de la organización política del proletariado y de la configuración de una alternativa real y efectiva en el horizonte, que no puede ser otra que el Socialismo.

El Primero de Mayo debiera ser el día en el que de una manera más consciente, y por ello política e ideológicamente, el Proletariado se afirmara como la fuerza social con capacidad potencial de superar este sistema. ¿Qué tienen en común un/una jubilada luchando por unas pensiones dignas, un/una desempleada “estructural” arrojado fuera del mercado laboral al cerrar su empresa, una joven sin más porvenir que un trabajo que le impide siquiera afrontar un alquiler, una mujer obligada al subempleo para conciliar “la vida laboral”, una/un empleado que, aún cobrando según lo marcado por el convenio, apenas llega a fin de mes o incluso un/una funcionaria sanitaria cuya estabilidad laboral es a costa de una sobre-explotación?. Lo que tienen en común es sufrir un sistema capitalista en el que una minoría oligárquica y brutal explota, oprime y domina para afirmar su poder político y económico.

Esta oligarquía, este bloque de poder posee una verdadera conciencia de sus intereses, de su posición y de la necesidad de mantener el sistema capitalista que les beneficia de manera directa como clase dominante. Una conciencia de sus intereses que identificamos en estos momentos en su estrategia de concentración y centralización de capitales en el sector bancario y financiero que, tras ser salvado con 60.000 millones de dinero público, no les tiembla el pulso para eliminar 18.000 puestos de trabajo, mientras de manera simultánea, aumentan los sueldos, ganancias y prebendas de sus directivos de manera escandalosa e inmoral.

Estamos en plena lucha de clases, con una oligarquía y un bloque en el poder desarrollando una ofensiva contra derechos y libertades ganados en el pasado por el proletariado y los sectores populares, y que hoy quieren destruir para ampliar sus espacios de negocio y su impunidad.

La defensa del sistema de derechos sociales, laborales y salariales, de una sanidad y una educación públicas de calidad y universales, la lucha por una igualdad real entre géneros, la defensa firme y sin concesiones de un sistema público de pensiones como puntal de la solidaridad intergeneracional de clase, el trabajo digno como elemento de identidad, estabilidad y desarrollo de proyectos de vida, una verdadera democracia que preserve un sistema de libertades y derechos fundamentales frente a la deriva autoritaria que estamos viviendo… son elementos políticos en torno a los que el proletariado y los sectores populares deben cavar trincheras y defenderlos a cualquier precio, como condición incluso para ir más allá de los mismos.

Afirmarnos proletariado es avanzar hacia nuestra soberanía de clase, que no es otra cosa que estar en condiciones de imponer al bloque en el poder nuestro programa de emancipación y desarrollarlo, algo que precisa unidad, organización y tener claro que existen alternativas al modelo depredador, explotador y opresor capitalista y heteropatriarcal.

GURE KLASEAREN BURUJABETZARANTZ AURRERA EGIN. MAIATZAREN LEHENA.

Hainbat urte daramatzagu kapitalismoaren «krisi terminalaren» edota 78ko Erregimenaren eraikineko «arrakalen» inguruan entzuten. Esate horien helburua noizbait asmatzea bada, zalantzarik gabe lortuko dute, baina ez da izanen klase borrokaren bilakaera baztertzen, proletalgoaren antolaketa politikoa eta ortzi-mugan benetazko alternatiba erreal eta eraginkor bat eratzearen auzia ahantziz, sozialismoa baino ez dena, hain zuzen ere.

Maiatzaren Lehena, modu kontzienteagoan, eta, horregatik, politikoki zein ideologikoki, Proletariotza sistema hau gainditzeko ahalmena duen gizarte-indar gisa baieztatzeko egun bat izan beharko luke. Zer dute amankomunean erretiratu batek pentsio duinen alde borrokan, lan egiten zuen enpresak ixtean lan merkatutik kanpo geratutako langabetu «egitural» batek, alokairu bati aurre egitea eragozten dion lan bat baino etorkizun handiagorik ez duen neska gazte batek, «Lan-bizitza» bateratzeko azpienplegura behartuta dagoen emakume batek, hitzarmenean ezarritakoaren arabera kobratu arren, hilabete amaieran ozta-ozta ibiltzen den enplegatu batek, edota osasun arloko funtzionaria/o batek, eure lan egonkortasunak gain-esplotazioak neurtzen duena? Amankomunean dutena sistema kapitalista bat pairatzea da, non gutxiengo oligarkiko eta basati batek esplotatu, zapaldu eta menperatzen dituen euren botere politiko eta ekonomikoa jarkitzeko.

Oligarkia horrek, botere-bloke horrek, bere interesen gaineko benetako kontzientzia dauka, beren posizioa oso argia eta klase dominatzaile gisa zuzenean mesede egiten dien sistema kapitalista honi eusteko beharraz, alegia. Une honetan kapitalak banku- eta finantza-sektorean kontzentratzeko eta zentralizatzeko estrategian identifikatzen ditugun interesen kontzientzia horrek, diru publikoko 60.000 milioiekin salbatu dituztenak , eta gero, ez dute inongo larritasunik hartu 18.000 lanpostu desegiteko, zuzendarien soldatak, mozkinak eta prebendak modu tamalgarri eta inolako moralik gabe handitzen doazen bitartean.

Klase borroka gori-gori dago, oligarkia eta bloke bat boterean ditugularik, iraganean proletalgoak eta herri-sektoreek eskuratutako eskubide eta askatasunen aurkako oldarraldi bat garatzen, horiek suntsitu nahian, beren negozio esparruak eta bere inpunitatea areagotzeko.

Eskubide sozialen sistemaren defentsa, hots, soldata-eskubideak zein lan eskubideak nola kalitatezko osasun eta hezkuntza publikoak eta unibertsalak, generoen arteko berdintasun errealaren aldeko borroka, pentsio-sistema publiko baten defentsa irmoa eta kontzesiorik gabea, klaseko belaunaldien arteko elkartasunaren oinarri gisa. Modu berean, lan duina nortasunaren, egonkortasunaren eta bizitza-proiektuen garapenaren elementu gisa, askatasunen eta oinarrizko eskubideen sistema bat babesten duen benetako demokrazia bat, alegia, bizitzen ari garen autoritarismo honen aurrean…elementu politiko horien baitan proletariotza eta herri-sektoreek lubakia egin behar dute, hala edo nola defendatu, baita aurrerago joateko baldintza bezala ere.

Gure burua proletario moduan adieraztea, gure klase burujabetzarantz aurrera egitea da, boterean dabilen blokeari gure emantzipazio-programa ezartzeko eta garatzeko baldintzak sortzea besterik ez dena. Horrek, batasuna eta antolakuntza behar ditu, eta argi izatea badaudela alternatibak eredu basati, esplotatzaile eta zapaltzaile kapitalista eta heteropatriarkal honen aurrean.

Reflexiones sobre la fase «post-COVID-19»- Jon Ibaia, militante de HERRI GORRI

Poco se dice al respecto, pero cuando estalló la crisis de la COVID-19 hace un año y ante los efectos de los confinamientos y el “congelamiento” de la oferta y la demanda, en la Unión Europea se abrió una vía legal, restrictiva pero efectiva, para que los estados pudieran intervenir en empresas que pudieran estar en riesgo de quiebra, aportando fondos e incluso asumiendo parte de la propiedad parcial o total de las mismas, ante lo que se definía como una situación de excepcionalidad. Como ejemplos tenemos a Lufthansa, en la que el gobierno alemán inyectó 9000 millones de euros, alcanzando un 25% de la propiedad de la misma, o los 3000 millones con los que el gobierno italiano directamente nacionalizó Alitalia, que llevaba 3 años quebrada. Alemania ha movilizado 400.000 millones en concepto de ayudas a empresas en dificultades económico-financieras, y Francia 300.000.

Los estados centrales de la Unión Europea, mediante estas políticas “intervencionistas” no están haciendo otra cosa que reforzar la división centro-periferia dentro de la Unión Europea, entre los que tienen recursos financieros para proteger sus economías y los que no los tienen. El neoliberalismo no es tan doctrinario como para negar que los estados protegen los intereses de las oligarquías económico-financieras, algo que ya vivimos en el Estado español, como la filosofía de “privatizar los beneficios, socializar las pérdidas”.

El centro de la Unión Europea, no sólo tiene recursos y voluntad para proteger sus economías nacionales, violando los sagrados principios de la “libre competencia” cuando conviene, sino que además están en condiciones de prestar fondos a economías como la española, para aumentar la dependencia, reducir aún más si cabe la soberanía económica y por tanto política y afrontar una fase post-COVID-19 con su estructura económico-financiera en mejores condiciones competitivas.

Hace unas dos semanas, se publicaron datos sobre la economía del Estado español, en los que el endeudamiento público respecto al Producto Interior Bruto había crecido desde el 95% de 2019, al 120% al finalizar el 2020. Si tenemos en cuenta que en 2008 el nivel de endeudamiento representaba un 35%, nos podemos hacer una idea de la situación. Peor aún, el actual nivel de endeudamiento, supera con creces los míticos 140,000 millones de supuestas ayudas de la Unión Europea, de las que unos 40.000 millones “a fondo perdido” están vinculados a reformas estructurales -en la fraseología del neoliberalismo, ya sabemos lo que significa- y el resto incrementará el nivel de deuda y, por tanto, de intereses que habrá que pagar en cuanto sea superada la crisis pandémica.

Economías como la española, la griega o la portuguesa, afrontarán una fase post-COVID con menos soberanía, mayor dependencia y con sus economías volcadas en el pago de los intereses de la deuda y en convertirse en apéndices de las economías centrales. En el Estado español, la oligarquía y el bloque en el poder, están en condiciones de afrontar una nueva ofensiva que profundice la lucha de clases contra el proletariado, reduciendo aún más los derechos sociales, laborales y salariales, y profundizando la deriva autoritaria que le posibilita una correlación de fuerzas favorable al establecer alianzas con sectores de las clases medias que aspiran a mantener su estatus y su nivel de vida, a costa de profundizar las desigualdades y el aumento de la pobreza relativa y absoluta entre amplios sectores del proletariado.

La oligarquía estatal española está en condiciones de reproducir política y socialmente el Régimen del 78, incluso con tasas de desempleo del 15% y tasas del 25% de la población por debajo del umbral de pobreza, ante la inexistencia de una alternativa organizada. Una “nueva normalidad” post-covid en la que que cualquier gobierno, sea progresista o reaccionario, pueda desarrollar políticas en el terreno de derechos y libertades democráticos, avanzando o retrocediendo, siempre y cuando la estructura económica y los intereses de los grandes emporios empresariales y financieros, no sean tocados.

Más aún: la oligarquía y el bloque en el poder, están dispuestos a ceder un porcentaje de sus beneficios, para desarrollar sistemas de ingresos mínimos vitales o rentas básicas, para preservar la estabilidad del sistema, evitando una extensión de la pobreza extrema y simultáneamente, atando a crecientes sectores de la población a una sumisión al asistencialismo, frente al derecho al trabajo y a una cultura del trabajo como mecanismo fundamental de dignidad.

La precarización del trabajo, no sólo es un mecanismo de aumentar las tasas de explotación y los beneficios, sino que constituye una estrategia de fragmentación del proletariado, enfrentando diferentes condiciones materiales de explotación, imponiendo el miedo al empobrecimiento, al desamparo, a la perdida del empleo y desarticulando las acciones colectivas de clase. La lucha de clases es el motor de la historia, y la oligarquía y el bloque en el poder lo saben y aprovechan las correlaciones de fuerzas en las que nos encontramos, para impulsar su programa político y económico, encontrando apoyo entre sectores medios del proletariado y sectores populares con los que han establecido alianzas para preservar su nivel de vida.

Seamos claros: el capitalismo no está en su “fase terminal”, ni el Régimen del 78 en proceso de crisis. La reorientación neokeynesiana e intervencionista de los estados europeos centrales, son la prueba evidente de la capacidad del capitalismo para instrumentalizar a los estados protegiendo los intereses de las oligarquías, validando políticas neoliberales y de ausencia de los estados en la economía, o validando intervencionismos y socializando pérdidas y privatizando beneficios. El modo de producción capitalista, tiene un dinamismo y una capacidad para gestionar contradicciones, que lo convierten en una maquinaria con capacidad de superar crisis modulando sus formas de opresión, dominación y explotación en función de las necesidades definidas para la reproducción del sistema.

Es por eso que debemos afrontar el contexto en el que nos encontramos, como una fase en la que el movimiento comunista debiera reconstruirse organizativamente en torno a dos vectores. Uno de carácter estratégico e ideológico, situando el Socialismo como horizonte de libertad, igualdad y emancipación colectiva y otro de carácter táctico y político, en el que un programa de izquierdas, coherente, ligado a la realidad de la lucha de clases y las correlaciones de fuerzas, nos permitan volver a ser referentes del proletariado y de los sectores populares, señalando a la oligarquía y al bloque en el poder como el enemigo a batir. En esta coyuntura, nos estamos jugando las victorias que logramos en el pasado, y que no nos fueron regaladas, sino que fueron producto de lucha, compromiso y sangre.

MADRID: ¿COMUNISMO O LIBERTAD?- Jon Ibaia, militante de HERRI GORRI

Incluso aceptando que en definitiva no sea más que “una farsa burguesa”, lo cierto es que el triunfo electoral del bloque reaccionario y de derechas en Madrid, va a significar dar continuidad a un modelo neoliberal profundamente desigualitario, crecientemente autoritario y reaccionario y estructuralmente corrupto.

Diferentes estudios confirman que la Comunidad Autónoma de Madrid es la región más desigualitaria de todo el Estado español y de la Unión Europea. Una desigualdad que incluso puede ser territorializada, con una frontera entre municipios en el norte, con rentas de entre 50.000 y 72.000 euros (Alcobendas, Boadilla del Monte…) y municipios del sur y el este (Parla, Móstoles…) por debajo de los 25.000 euros. Tras la crisis del 2008 y la ofensiva de la oligarquía y el bloque en el poder contra el proletariado, en todo el Estado español aumentaron las desigualdades y la pobreza absoluta y relativa, pero en la C.A.M., el 20% de la población con menos ingresos, vio reducidas sus rentas en un 30% frente a un 13% de la media estatal.

Las diferencias de renta entre los más ricos y los sectores de rentas medias no han aumentado en exceso, pero entre los más ricos y clase media de una  parte y las capas más empobrecidas, se ha generado una brecha con repercusiones tan graves, como es la de tener una esperanza de vida inferior en hasta 7 años.

En el 2019, antes de la pandemia, la C.A.M aumento su P.I.B.  un 3%, un punto más que la media estatal, y con unos niveles de desempleo comparativamente más bajos (10% frente al 16% medio). Un modelo económico en el que en Madrid capital el 20% más rico, ostenta el 50% de la renta;, amparado por un proyecto muy ideológico en el que, al margen de las “ayusadas”, hay un plan coherente y planificado de guerra de clases contra el proletariado, que con la pandemia se ha recrudecido y se va a recrudecer aún más.

Pero no nos engañemos. Esto no es algo tan sencillo como una oligarquía imponiendo su modelo sobre la mayoría social madrileña, no es “el 1% frente al 99%” con gente “alienada” o imbécil que vota a la derecha. En las elecciones de 2019, un 50% del electorado apoyó al Bloque reaccionario integrado por PP, C´S y VOX, con una alta conciencia de su voto y de sus intereses.

Ni mucho menos es casual que sectores de la clase media, no hayan visto reducidos sus niveles de ingresos. El bloque de poder político-empresarial en la C.A.M, ha construido un espacio político e ideológico con capacidad de acumular fuerzas para afirmar y reproducir su poder, creando un estatus de clase media, con capacidad de consumo y que puede seguir disfrutando de derechos esenciales como el de la salud y la educación privatizadas o concertadas, frente a un creciente sector social que sufre las consecuencias de una sanidad y educación públicas, cada vez más esquilmadas en recursos materiales y personales.

La transformación de la C.A.M. en una especie de paraíso fiscal dentro del Estado español, con una fiscalidad regresiva, que favorece a las grandes fortunas, ha atraído sedes empresariales y capitales, para desarrollar un proceso de acumulación y especulación, en un espacio de “libertad” para la recalificación de espacios, la privatización de servicios esenciales y el negocio fácil, facilitado por los intereses cruzados de especuladores y políticos que establecen las condiciones legislativas necesarias para ello.

Pero lo realmente dramático, es que además de los sectores sociales medios que, de una forma directa o indirecta participan en el negocio, se ha generado una matriz ideológica reaccionaria que otorga sentido a las desigualdades en base a planteamientos meritocráticos, clasistas y con grandes dosis de aporofobia, reproducidos desde la infancia en los centros educativos concertados. El Madrid que nos dibuja la inimitable Ayuso, con su libertad, su forma “madrileña” de vivir, es el de gran parte de sus electores, a los que se les ha inoculado un feroz anti-comunismo y anti-socialismo, pero no es la forma de vida de una parte del proletariado empobrecido, al que se dibuja como vago, fracasado y que gusta vivir del asistencialismo y de la envidia hacia los que están en mejor posición. Una libertad que ha establecido un principio de jerarquía, entre los sectores que pueden ejercerla y los que no.

Si en 2014, el gasto en sanidad se encontraba ya un 5% por debajo de la media estatal española, en 2019 llegó a un 14%, mientras se procedía consolidar un sector sanitario privado, por supuesto con profesionales mal pagados y explotados -más aún que en la sanidad pública-.La atención primaria, dentro del gasto sanitario, también se ha visto esquilmada, desde un 13% en 2010, a un 12% en 2016 y un 10% en 2019. La diferencia entre poder pagar un seguro médico privado o no, es la “libertad” que propone el Partido Popular para poder garantizar el derecho a la salud.

Otro dato relevante es que en 2019, los alumnos matriculados en centros concertados, superaban a los de los centros públicos que sin medios y sin recursos, aumentan la brecha entre una educación pública cada vez más deficiente y una privada en expansión.

El laboratorio neoliberal y reaccionario madrileño, está siendo la prueba piloto de lo que tras la pandemia y la crisis actual podemos encontrarnos. Desde la derecha, la Comunidad Autónoma de Madrid, comienza a tomarse como modelo de referencia exportable a otros lugares del Estado español, incluso a lugares en los que hoy pareciera inconcebible.

Con un bloque reaccionario y de derechas movilizado y que su triunfo puede significar amparar una nueva vuelta de tuerca al modelo de exclusión social y de guerra al proletariado, la movilización de los sectores populares en torno a las candidaturas de izquierdas, no sólo es necesario, sino una obligación. Cualquier planteamiento político que pretenda ver en el triunfo del bloque reaccionario y de derechas “una ventana de oportunidad” para que el proletariado asuma planteamientos de ruptura, no entenderá nada. Cuidado con los tontos útiles de la burguesía.